Al final de la jornada escolar estaba dirigiéndome a mi casillero a dejar los libros que no usaría en la tarde y a sacar los que sí iba a usaría en eso me encontré con Mary.
-¡Mamá! –dije sorprendida mientras recibía un caluroso abrazo de su parte.
-¿Qué haces acá? –pregunté sin entender nada, algo usual en estos días cosa que detestaba. Mary no había venido a mi instituto desde… desde que ingresé a ser una freshman.
-¿No recuerdas? ¡Iremos de compras! –chilló entusiasmada.
-¡Shh! –la callé, no quería que llamara tanto la atención en un recinto escolar.
-No. –dije despacio y firme. –No puedo, tengo que terminar el trabajo, ese que te dije anoche.
-Sí, pero hablé con Bethany para preguntarle si podía raptarte un rato… más bien por toda la tarde. –mierda. –cuando le pregunté acerca de raptarte y disculparme por lo de su trabajo no parecía entender de qué hablaba, sí que te necesita esa niña imagínate ni sabía de qué le hablaba. Me negó el favor –gracias Beth. –pero… -hay no, ese típico “pero”- la convencí dándole dos entradas para un desfile de modas para el próximo viernes en Seattle. –toda la adoración divina hacia mi amiga se desvaneció en un ziss. Cambiada por una invitación a una caminata de mujeres altas y delgadas con trapos de miles de dólares, porque para mí eso eran los desfiles de moda, las amigas de hoy.
-Eso significa que… -tuvo que detenerme para tragar saliva.
-¡Iremos de compras! –completó la oración. Aprendí algo ese día, que no había nada, nada, que pudiera interponerse entre mi madre y sus maquiavélicos planes, ni yo, ni Justin ni nadie probablemente.
-¿Y mi coche?
-Justin lo recogerá más tarde. –y agarrándome del brazo me llevo a mi segundo infierno personal, el centro comercial.
Juro que no me habían dolido tanto los pies desde que mi prima Maddie me obligó a acompañarla a subir un cerro, un GRAN cerro de la Península de Olympic hace dos años. Tiendas, tiendas y ¿qué más? Ah, sí. Tiendas. A penas estuve atenta a los montones de vestidos que no sabía de a dónde sacaba Mary, el entusiasmo de mi madre a estas alturas no me importaba. No paré de pensar sobre el castigo al que no fui, Cooper no debía de molestarse… ¿cierto? El había faltado el primer día de nuestro castigo, pero, eso, no me importaba tanto, era más el pensar que el tonto podría creer que era una cobarde. Faltando al castigo luego de que supiera que él iría sólo para verme enfadada. Todavía podía sentir ese irritante cosquilleo en mi cuello cuando me habló al oído. ¡Argh! Me rasqué el cuello en donde ese engendro del demonio había puesto demasiado cerca sus labios.
-¿Por qué te rascas cariño? –me preguntó Mary mirándome extrañada.
-Em., debe ser que de tantos vestidos que me has hecho ponerme mi piel a tenido una… reacción alérgica. –mentí, demasiado mal.
-Reacción alérgica claro. –dijo haciéndome creer que me creía, pero era obvio que no me creyó ni una palabra, algo normal para una pésima mentirosa.
Mary no paraba de correr por las tiendas, repitiendo frases como: “Muy largo”, “Muy corto”, “Muy sesillo”, “Muchos detalles”, “Muy informal” o “Poco formal”.
Después de más de tres horas y media en la búsqueda del vestido perdido que para mí fueron una eternidad, Mary se decidió por un sofisticado vestido con flores y de color morado en la parte de arriba. Era bonito, tenía que admitirlo, pero no era para nada mi estilo, muy femenino o pijo quizás, jamás lo hubiera comprado con mi voluntad. No quise ni ver los zapatos que Mary había comprado, no quería morir de un paro cardiaco tan joven.
Estábamos entre bolsas y gente, más bolsas que nada, yendo al estacionamiento. Guardamos las compras en el maletero del Mercedes blanco y nos subimos. Antes de arrancar el auto mi madre me miró con los ojos llenos de exitación ante la nueva idea que supuse que tuvo.
-¿Qué pasa ahora? –pregunté rodeando los ojos.
-Por favor, por favor, por favor. –me pidió juntando las manos como se hace al rezar.
-¿Qué cosa?
-¡Por fis!
-¿Qué? –pregunté exaltada, odiaba tanto suspenso.
-¡Di que sí!
-¡Dime qué!
-Anda, no seas mala. –dijo jalando de la manga de mi sweater.
-¡Que me digas qué, joder! –¡esto parecía una broma!
-No me hables en ese tono jovencita, soy tu madre. –dijo de pronto seria. Entonces actúa como una, dije para mis adentros.
-Entonces, madre. Me podría decir por favor qué es lo que quieres que te deje hacer. –dije en el tono más educado y pacifista posible.
Sonrió maliciosamente. Arrugué el rostro.
-¿Qué te parece si…? Y no me digas que no inmediatamente. –me dijo con las manos en alto. Ok, entonces no era algo bueno para mí.
-Mira… nos sobran unos minutos… ¿Vamos a la peluquería? –No, no, no y ¡NO! ¿Cuántas maneras existen para torturar a una persona?
-No, es solo una cena en la casa de los Cooper. –dije lo más prudente que pude.
-Pero si solo…
-No, gracias mamá. En verdad aprecio todo lo que haces pero… No, ya es suficiente con todo eso. –dije lo último apuntando el maletero con el dedo gordo. –No…
-Vale, vale.
-Gracias. –dije en voz baja.
Camino a casa estuve con los ojos cerrados tratando de imaginarme que estaba en una isla remota en el Caribe disfrutando de las hermosas playas, el calor abrazador y de la soledad.
-¡Llegamos! –pegó un gritó Mary despertándome. Abrí mis ojos, confundida, ¿dónde rayos habíamos llegado? Mirando, todavía desde el asiento de copiloto, pude notar que efectivamente esa, no era mi casa. El lugar estaba con 5 coches más, todos últimos modelos y de gusto de, de, bueno, de Mary; luego había una lujosa casa de estructura moderna y de color blanco. Pero la estructura de esta casa era extraña, el primer piso se veía poco estrecho y con ventanales muy amplios. Al fijarme mejor ya fuera del automóvil pude darme cuenta de donde estábamos.
-¿Me trajiste al salón de belleza? –le pregunté seria.
-Nop. Te pregunté si querías ir a una peluquería y no te traje precisamente a una peluquería. –levanté una ceja esperando que me dijera que demonios era esa casa. –esto es un salón de belleza spa. –respondió contenta por su truquito.
-Oh, ya veo. Enorme diferencia. –dije con sarcasmo.
Entramos y sí, tenía razón era una peluquería spa o lo que sea muy lujosa. Las tías que habían eran pijas y estiradas me enfermaba todo ese mundo, Mary pertenecía a ese pero… yo no podía, no me gustaba tanta elegancia y me desagradaba tanta sofisticación y glamour. Era sencilla, tal vez demasiado, pero estaba bien con eso, toda mi vida lo había estado. NO me interesaba la moda, los zapatos con tacones altos, los bolsos y otras que para mí eran estupideces parecidas.
-Mamá, ¿por qué no…? –nos largábamos de ahí.
-Aguardo un minuto querida, quiero presentarte a José Enrique.
-¿José…qué? –en eso Mary saludo a un hombre alto y delgado, de rasgos latinos. Se dieron un beso en cada mejilla, a la francesa.
-José Enrique –se dirigió al hombre alto y delgado. –esta es mi hija, Charlotte.
-Pero, ¡si es más hermosa en persona! –dijo saludándome efusivamente como a mamá. Me sonrojé.
-A ver date la vuelta. –me dijo girándome con la mano tomada, giré torpemente. Me miró de arriba abajo pensativo. Era muy incómodo.
-Chica, tienes buen cuerpo…pero, tu postura… levanta más el rostro y ponte derecha. –seguí sus órdenes.
-Perfecta. Ahora, ¿qué quieres hacerte preciosa??
-Nada. –respondí apresurada.
-NO creo que Rose Mary te haya traído para “nada” -¿Rose Mary? De lo que yo sabía el nombre completo de mi madre era Mary Elizabeth y su apellido de soltera era Cross. Entonces… ¿de dónde sacaron Rose Mary?
-Exacto José Enrique.
-¿Qué hora tienen pedida? Porque justo ahora estaba realmente ocupado. –José Enrique que, suponía ese no era su verdadero nombre o por lo menos no era del todo.
-Precisamente de eso te iba a hablar. –dijo con una sonrisa angelical.
-¡Rose Mary Elizabeth Copperfield Cross! ¿No me digas que no pediste una cita para hoy?
-Jiji… por eso, estaba esperando que…
-Lo siento mucho linda, no sabes cuánto. Pero estamos llenos de reservas. –mamá y José Enrique se veían apenados, yo no podía caber de alegría en mi mente.
-Tal vez... –murmuró. -¡Mia! –llamó a una chica menuda y baja con grandes gafas y de cabello rubio, de unos veinte y algo.
-¿Si Enrique? –respondió rápidamente Mia, que vino corriendo del segundo piso.
-A qué hora me “desocuparé” –dijo haciendo comillas con los dedos en la última palabra.
-“¿Desocuparte?” –repitió confundida.
-Me refiero a las horas que puedo posponer por un rato, cariño.
-¡Ah! Déjame ver. –corrió a no-sé-qué lugar y regresó en menos de 30 segundos.
-A un cuarto para las ocho.
-¿Y? ¿Qué les parece? Podrían regresar en unas horas más. –mamá borró su sonrisa de última esperanza y dio un largo suspiro.
-Me temo que no podremos, es decir, no alcanzaremos. -¡Wi! No pude evitar salar de alegría en mi fuero interno.
Luego de despedirnos de “José Enrique” y de encontrarnos con Cameron, el hermano menor (por un año) de Bethany, que se iba a teñir el cabello rubio nuevamente. Mary, simplemente adoraba a Cameron, de hecho, le contó lo de las invitaciones del desfile de modas que le había entregado a Beth para que le pidiera a su hermana que fuera con él, Cameron quedó encantado con la idea. Por cierto, Cameron era “delicado”, bueno, era mariposón. Yo hace tiempo lo había venido sospechando, no porque fuera afeminado porque no lo era totalmente, pero con el poco interés que tenía en las chicas y esas cosas, pero solo hace un año él nos lo confirmó. Fue una situación medio difícil para la familia, bueno no tanto por Bethany y tampoco tanto, creo, con la Señora Davis pero el mayor problema fue con su padre. Pero eso ya es tema pasado.
*********************************************************************************
Mañana subiré las fotos del vestido de Charlotte y de su auto y del auto de Mary ;)
1 comentario:
Estaba muy bueno el cap! ajajaj y eso de pija eh? ajajajaj bueno cuidate y me encanto el cap :P
Publicar un comentario