Breve Reseña

Una historia que tiene como protagonistas a Charlotte Copperfield y a Edmund Cooper que comparten un sentimiento mutuo, el odio. Ambos se enfrentarán a una serie de situaciones que solo podrán resolver juntos. ¿Podrán aceptar sus diferencias y sus rivalidades?

martes, 29 de noviembre de 2011

Capítulo 9: Atrapados parte IV

entonces... sí, este es el final, gracias por acompañarme en ésta historia, gracias por el apoyo y por los alientos, gracias por la inspiración y por el cariño. estaré por siempre agradecida.
éste último cap va dedicado a todos ustedes que contribuyeron a que ésta historia no quedara en un archivo más en mi computador. gracias por querer tanto a mis personajes y a sus momentos.
con un beso y abrazo apachurrado para cada persona que haya estado presente en estos meses, el fin:
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>>Entonces intenté decirle que tú no me importabas, que no te quería, que no eras nada para mí. –dijo esto como si fueran las mayores mentiras. –pero cómo sabes lo manipuladora que es y dijo que le demostrara que no me importabas besándola. Sé que no me tuvo que haber importado su amenaza ni nada pero no estaba pensando con claridad y solo la idea de que te hiciera daño, que te hiciera daño pero más encima por mí culpa. No me lo podría perdonar. –luego sonrió mirándome juguetonamente. –No creo que entiendas cuánto daría por protegerte, para que nadie te hiriera, para que no borres esa sonrisa excepto cuando te enfadas conmigo. –me sonrojé como la nariz de Rodolfo el reno. Luego se acercó y tomó una de mis manos. –Enserio que nunca quise herirte y ahora me arrepiento más que nunca de haber caído en el juego de Rebecca ya que al parecer herí tus sentimientos. Pero más que nada, me arrepiento de no haberte dicho todas estas cosas antes.

- ¿Por qué dices eso? Lo importante es que ahora, ambos sabemos que estúpidamente nos hacíamos daño queriéndonos y ahora en adelante eso no importará. –dije con mucha confianza.

- Copperfield, digo, Charlotte, lo siento, es la costumbre. –se disculpó torciendo un poco la boca y le sonreí para darle ánimos a que continuara. –El jueves, un día antes de ir a cenar a tu casa, busqué entre los correos de mi papá algún archivo que tu padre le había enviado y con esa información modifiqué algunas cosas y se las envié a otra empresa con la cual mi papá estaba haciendo negocios antes de que conociera a tu padre por lo que quedaron suspendidos. Bueno, cambié otras cosas y las envié a diferentes partes y ya el viernes cuando llegarían de Chicago ya habían tenido un pequeño conflicto que llevó a ser una discusión de varias horas. Por eso es que tu padre estuvo tan poco cortés conmigo. Y para hoy día ya no pueden ni verse. –dijo molestado con él mismo.

Me mordí el labio. ¿Qué habíamos hecho? Me acerqué a él, todavía con una de nuestras manos enlazadas y lo besé dulcemente.

- Nada de eso importa. Ya veremos cómo salir de esto, juntos. –le dije seria pero con una sonrisa. Me miró con los ojos algo tristes por lo que nos esperaba pero emocionados por todo lo ocurrido y me devolvió la sonrisa. Tomó un mechón de mi pelo y lo acomodó en mi oreja para luego besarme, ahora, con más ánimo y con menos timidez. Nada de timidez de hecho. Pensé que por unos instantes mi corazón saltaría de mi pecho estallando. Me iba a ser complicado acostumbrarme a estar a su lado ya que me costaba respirar y mis pensamientos eran cada vez menos cuerdos.

Entonces las luces se prendieron y el juego siguió funcionando cómo si no hubiera pasado nada. Me reí, el apagón duró lo suficiente para confesarnos.

Al parecer estábamos casi en la salida porque sólo me asustó un fantasma más, claro que fue el peor de todos pero ahí ya no me molestaba tanto depender del cuerpo de Cooper para taparme.

¡Qué distintas eran las cosas antes y después de salir de aquél juego!

Salimos del juego tomados de la mano y antes de que la luz de la feria nos pudiera ver se la solté, me miró extrañado.

- Creo que debemos mantener un poco la distancia delante de todos.

- ¿Por qué? ¿Te avergüenzo? –me preguntó divertido.

- Claro que no, tonto. Pero no pensaste que Rebecca podría armar un gran alboroto en frente de todos si nos veía así.

-Mmm, buen punto. –meditó. –pero no por eso no te puedo invitar un helado, ¿no? –qué lindo era ahora que sabía que los dos nos queríamos y no nos odiábamos.

Al pensar lo último, me entró una duda. Cuando ya estábamos sentados comiendo nuestro helado me atreví a preguntarle.

- Cooper. –iba a ser difícil llamarlo por su nombre. –Edmund. –Al parecer él también pensó eso porque se rió. - ¿Tú también me odiabas no? –le pregunté mirando mi helado para no arrepentirme de preguntar.

Pareció que la pregunta le pilló por sorpresa porque se demoró en responder.

- Odiarte… Molestarme sí, mucho. –me dijo divertido. –pero sólo odiaba el hecho de que me hicieras quererte tanto. -Gracias al sol que yo no era el helado porque o si no me hubiera derretido entera.

- ¡Qué hay chicos! –dijo llegando Ryan.

- Nada. –respondimos al mismo tiempo y nos reímos.

- ¡¿Qué demonios les pasó?! –preguntó alarmado. –No me digan que…

- ¡Shh! –lo callamos rápido antes de que dijera algo más.

- Te contaremos después, ¿vale? –le dije.

- Vale. Pero ustedes dos me asustan. –dijo preocupado sacándome algo de helado. –Aunque si consiguen más de este helado, no me asustarían tanto. –meditó y nos reímos los tres.

- ¡Charlotte Copperfield! ¡Edmund Cooper! –llamó la Señora Prescott.

- ¿Qué demonios pasa? –preguntó Ryan y en eso vemos dos Aston Martin que bien conocía.

- ¡Charlotte ven inmediatamente! –me llamó John mientras pasaba la vergüenza de mi vida delante de todo el colegio.

- ¡Edmund a casa! –le gritó Charles, jamás me lo imaginé tan enfadado.

Nadie sabía qué demonios ocurría.

Rebecca Woods no nos quitaba un ojo de encima.

Mis amigas me miraban con miles de preguntas en los ojos.

Ryan parecía haber comprendido, al igual que Cooper y yo.

Nos paramos de las mesas.

- No importa qué pase… -comenzó a Cooper.

-…estamos juntos en esto. –completé lo que él iba a decir y terminamos el show con un buen beso de despedida.

Nos subimos a nuestros respectivos autos con nuestras respectivas familias y dejamos a todos con la boca abierta.

Ahora que estábamos juntos, afrontaríamos cualquier cosa, sin importar qué, dónde y cuándo. Seríamos más fuertes que todo. Porque en ese momento, éramos el todo del otro.

A eso le llamo, un “gran finale”.


lunes, 21 de noviembre de 2011

Capítulo 9: Atrapados parte III

queda poquito...muy poquito... jajajjaja éste es uno de los últimos trozos que van quedando de UOC pero tranquilas que habrá una secuela :) aquí va...

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- ¿Siempre fuiste así? –preguntó acercándose más mientras mantenía el encendedor con la mano más alejada de nosotros.

- ¿Así cómo? –le pregunté despacio sin entenderlo, cómo siempre.

- Así de miedosa, inteligente, testaruda y linda. –dijo limpiándome el labio inferior con uno de sus dedos. No aguanté la tentación y dejé que me besara. Dejé que me besara cómo si me hubiera obligado, los besos son de a dos.

Perder la cabeza cuando estaba así con él no era algo nuevo que contar. Entonces recordé a quien había besado él por última vez. Así que me separé de él bruscamente. Me miró desorientado el muy sinvergüenza. Me senté mirando hacia el infinito mientras le conté qué estaba pasando por mi mente.

- El viernes después de que te fueras tuve una pequeña discusión con John. –me miró serio. – Entonces salí de casa y me fui a la casa de unas amigas. Cerca de las diez y media. ¿No te recuerda algún suceso de ese día a esa hora? –le pregunté, ahora mirándolo a la cara. Cooper no dijo ni una palabra y se quedó sin argumentos. Por lo cual seguí hablando. – ¿Sabes algo? Te seré completamente sincera de ahora en adelante. O por lo menos en lo que te diga ahora. –no sé qué hadas me dio por sincerarme en ese momento, pero creí que ya era momento de decir lo que sentía y ser sincera también conmigo. –Edmund Cooper. –me miró asombrado al decir su nombre entero tan fijamente. –Eres la persona a quien más he odiado en mi vida. –dije seria sin inmutarme apenas. –Pero también, la que más he amado. –no podía creer lo que recién había dicho. No estaba preparada para oír lo que él diría pero de todas las reacciones que se me pasaron por la cabeza, no pensé que se reiría con tristeza.

- ¿Por qué no me dijiste eso antes? –me preguntó son una sonrisa pero con ojos tristes.

- ¿Ah? Ves, sólo a ti te importa el momento en que te diga esto en vez de preocuparte por lo que te acabo de decir.

- No entiendes nada, ¿no?

- Dime, y por favor se sincero, ¿te he llegado a entender alguna vez? –inferí y él rió igual que antes.

- Buen punto, sólo pensé que podrías haber entendido el por qué tu padre estaba comportándose con tan poca cortesía ese día. –lo miré como si me hubiera hablado en chino. ¿Cómo él sabía algo que yo todavía no sabía? Sólo tenía algunas sospechas que eran las que Alex me había comentado antes.

- Sé más claro por favor. –le pedí.

- ¿Te acuerdas para qué era nuestro plan? –me preguntó y yo asentí para que continuara. –Bueno, ya habíamos empezado con la primera parte de él, que era fingir que salíamos como novios; pero entones me comenzaste a gustar cada vez más y creyendo que esto era sólo un juego para ti, que no me querías en lo absoluto, comencé por mi cuenta la segunda parte… -ahí comprendí a lo que se refería.

- Hiciste que tu padre y John discutieran o se pelearan. –no era una pregunta.

- Exacto. No aguantaba más fingir estando contigo cuando era algo que yo en serio quería pero no de esa manera, claro. –comenzó a hablar tan rápido que atropellaba unas palabras con otras y me tuve que en serio concentrar para entenderle bien lo que decía. –Luego cuando me convencía de que tú me odiabas y que todo esto era imposible, te sonrojabas con algo que decía o te enfadabas viéndote más divertida y linda. Entonces cuando Rebecca me citó para preguntarme qué ocurría entre nosotros dos, no pude decir si quería o me molestabas como ella quería escuchar. Lamentablemente antes de que le respondiera me mostró una foto que nos había tomado la noche de la fiesta de Ryan.

>>No supe qué decirle. Decidí que lo más sano era mentirle retorciendo un poco la realidad, así que le dije que nuestros padres eran amigos y yo te debía llevar a casa y como te emborrachaste te tuve que llevar más temprano a casa. >>Luego de que me creyera, me hizo prometerle que jamás me volvería a ver contigo y le dije que no podía prometer eso, fui un tonto en responderle eso, lo reconozco, pude haberle mentido perfectamente pero…Bueno, al decirle que no, comenzó a hacer un escándalo y a amenazarme que eso iba a destruir mi reputación o algo por el estilo, ahí caí en cuenta de lo mucho que afectan esas series que ven ustedes, y que si te prefiriera encima de ella te haría la vida imposible.

>>Entonces intenté decirle que tú no me importabas, que no te quería, que no eras nada para mí. –dijo esto como si fueran las mayores mentiras. –pero cómo sabes lo manipuladora que es y dijo que le demostrara que no me importabas besándola. Sé que no me tuvo que haber importado su amenaza ni nada pero no estaba pensando con claridad y solo la idea de que te hiciera daño, que te hiciera daño pero más encima por mí culpa. No me lo podría perdonar. –luego sonrió mirándome juguetonamente. –No creo que entiendas cuánto daría por protegerte, para que nadie te hiriera, para que no borres esa sonrisa excepto cuando te enfadas conmigo. –me sonrojé como la nariz de Rodolfo el reno. Luego se acercó y tomó una de mis manos. –Enserio que nunca quise herirte y ahora me arrepiento más que nunca de haber caído en el juego de Rebecca ya que al parecer herí tus sentimientos. Pero más que nada, me arrepiento de no haberte dicho todas estas cosas antes.

- ¿Por qué dices eso?

lunes, 14 de noviembre de 2011

Capítulo 9: Atrapados parte II

Pero en el quinto chillido más o menos las luces comenzaron a titilar. Al parecer me veía preocupada porque Cooper me dijo: “Debe ser parte del juego” para tranquilizarme, pero las luces después de apagarse por octavo vez no volvieron a prenderse.

Si antes estaba asustada, no podría describir cómo estaba en ese entonces. En completa oscuridad con miles de artefactos diseñados para intentar matarme de un infarto al corazón. Tampoco estaba completamente segura si esto era parte del juego o no. Al parecer Cooper estaba con la misma duda.

- No te alejes, que si es un apagón, tardaremos en salir de aquí. –dijo de pronto vi una luz anaranjada. Esa luz venía de Cooper que ya estaba sentado en el suelo con un encendedor en las manos. Viéndome obligada a permanecer encerrada con un sujeto de lo más desagradable en un lugar que me daba más miedo ahora que no podíamos salir de ella.

Él parecía de lo más relajado, sin miedo ni nada, de hecho, hasta parecía un poco aburrido. Me senté a su lado con unos cuatro metros más o menos de distancia entre nosotros que se iban acortando cada vez más casi involuntariamente por mis miedos.

- No te importa que me siente aquí, ¿no? –le pregunté más amistosa que antes, mientras abrazaba el osito de felpa. Así, asustada y con un peluche me veía de lo más adulta.

- Si es lo que quieres. –dijo despacio. Se notaba que seguía enfadado por cómo reaccioné anteriormente porque o si no hubiera tomado mi pregunta retorciéndola y respondiéndome alguna estupidez como que si quería me podía sentar encima de él o cualquier otro comentario así.

Me arrepentí de haber despreciado su ayuda pero luego me acordé de la vez que lo vi besándose de lo más enamorado con Rebecca y me arrepentí de arrepentirme. Pero aunque tuviera esa discusión en mi cabeza también tenía susto por todo lo que se llama cuerpo.

Para no tener que mirarlo a él, me fijé en las murallas, que tenían talladas caras horrendas e inevitablemente me separé de ella. Eran pocas cosas las que podían verse ya que sólo estábamos alumbrados por un encendedor. No había nada que me distrajera de mis miedos, ni el hecho de estar encerrada en un lugar con Edmund Cooper.

A continuación mi estómago rugió más fuerte que la mayoría de los monstruos habían rugido esa noche y me avergoncé porque se escuchara tan alto en un lugar tan silencioso.

- Ten. –me dijo Cooper pasándome el encendedor y luego buscando algo en su mochila. De la nada me sacó el encendedor de la mana y puso un chocolate en su lugar. Lo miré con los ojos brillantes.

- Muchas gracias. –dije feliz por mi estómago y por mí. Esto relajó un poco el ambiente para mi gusto.

- ¿Quieres? –le dije ofreciéndole la mitad.

- No, gracias. Es tuyo. –me dijo y lo miré con una sincera sonrisa antes de dar un merecido mordisco al chocolate que me había dado.

- No creas que es por ti, es solo que no quiero escuchar a tu estómago de esa manera. –dijo “excusándose” de su buen acto. Pero en vez de enfadarme como lo hubiera hecho del no pensar dos veces, como siempre, me reí. Me miró sorprendido.

- ¿Siempre fuiste así? Haciendo cosas buenas por otros pero de una manera en la que nadie se ve o sienta agradecido ya que te las ideas para eso. –inferí con una nueva teoría sobre él mientras daba una nueva mascada a la barra de chocolate.

Me miró sorprendido. Pero yo fijaba mi vista en el chocolate, así era más fácil concentrarme al hablar con él.

- No lo sé. Creo que sí pero no soy con todos así. –dijo serio pero más relajado que antes. No sabía si tomarme el último comentario a mal, como si fuera personal, o tan solo como si me hubiera dicho que los pandas comían bambú.

- ¿Y tú? –me preguntó ahora con otro tono más…menos serio, más… él.

- ¿Yo qué? –pregunté curiosa.

- ¿Siempre fuiste así? –preguntó acercándose más mientras mantenía el encendedor con la mano más alejada de nosotros.

- ¿Así cómo? –le pregunté despacio sin entenderlo, cómo siempre.

- Así de miedosa, inteligente, testaruda y linda. –dijo limpiándome el labio inferior con uno de sus dedos. No aguanté la tentación y dejé que me besara. Dejé que me besara cómo si me hubiera obligado, los besos son de a dos.

martes, 8 de noviembre de 2011

Capítulo 9: Atrapados parte I

E

ntonces prendimos rumbo a la fila para entrar a la casa del terror. No era una fila tan larga como para la montaña rusa pero no tan pequeña como para los avioncitos voladores. Había sólo dos parejas más del nivel en la fila, una de hombres y la otra mixta, las otras tres persona que habían no eran del colegio.

Avanzamos rápidamente en silencio. Antes de entrar recordé que odiaba las casas de terror y nunca había sido capaz de pasar por una sin gritar como una niña de cuatro años o sin taparme los ojos o lo oídos. Más que nada me espantaban los ruidos. Ahí que lo medité me di cuenta del tremendo error que había cometido. Cooper se reiría de mí eternamente. Me temblaban las rodillas cuando nos hicieron pasar en cambio Cooper parecía tan relajado como si fuera a entrar a un museo.

Era una casa de lo más oscura, obviamente, con tenues luces verdes y rojas dependiendo de las murallas y pasillos.

Casi inmediatamente al entrar se cerró la puerta con un portazo y se escuchó una risa espeluznante.

- Cuidado Copperfield, me estás cortando la circulación. –me dijo con la voz baja. - ¿Cortando la circulación? ¿Cómo? Entonces me di cuenta que estaba agarrada del bazo de él colgada como un chimpancé asustado. Me sonrojé y solté inmediatamente, qué vergüenza, no podía más que mirar el suelo, bueno, tal vez eso me distrajera un poco para no asustarme tanto.

- Vamos, pequeña cobarde. –me dijo tomándome la mano con una sonrisa para darme ánimos y avanzamos hacia el interior de esa horripilante casa.

Pasamos por un pasillo donde los muros tenían varias estatuillas que salían de él. Las miramos detenidamente, eran muy raras y feas para ser sincera. Entonces una de ellas tenía los ojos más grandes y me quedé mirándola.

- Son todas feas, pero está les ganó a todas las demás. –intenté decir para que pensara que el miedo se me estaba yendo.

- ¡Bu! –dijo la estatuilla que yo había menospreciado.

- ¡AHHH! –lloré espantada y escondiéndome atrás de Cooper en acto reflejo. Este no pudo contenerse más y se rió a carcajadas.

- Jamás creí que fueras tan miedosa Copperfield. –luego de decirme esto no pude responder ya que era cierto, era una cobardica con estos asuntos y ahora que él lo sabía iba a refregarme esto cada vez que pudiera, estaba segura de eso.

Me volvió a tomar la mano y yo muy orgullosa la solté, no lo quise ni mirar pero igual pude ver que se enfadó con mi reacción. Sí, quizás él estaba intentando ser dulce o que yo me quedara más tranquila pero mi orgullo fue más grande. No me importaba mucho si los demás se reían de mí, pero él era la excepción.

Me asustaron tres o cuatro cosas más en el camino. Este maldito juego no parecía tener fin y cada vez que me asustaba Cooper ni me miraba, esperaba a que se terminaran mis chillidos y ridículos ataque epilépticos y luego seguía caminando.

Pero en el quinto chillido más o menos las luces comenzaron a titilar. Al parecer me veía preocupada porque Cooper me dijo: “Debe ser parte del juego” para tranquilizarme, pero las luces después de apagarse por octavo vez no volvieron a prenderse.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Capítulo 8: Bienvenidos a la casa del terror parte III

Hola !!! Quería agradecer UN MONTÓN los últimos comentarios, en serio que me emosionaron :') LAS ADORO le juro que ustedes son mi principal motivación a seguir aparte de mi amor por Cooper jajaja les dejo esta última parte del capi que es muy larga y espero que les agrade
LOVE YOU ALL !

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- ¿Así que eso piensas? Que quede claro, te lo advertí. –dicho esto se fue caminando.

Sabía que le había herido el ego, pero era algo necesario yo había partido con la mejor disposición a no discutir, que ella me hubiera sacado de mis casillas era otra cosa.

Entonces lo que había parecido un día perfecto…se esfumó con la deliciosa charla que tuve con mi querida adorable amiga Rebecca.

Intenté mentalizarme que eso jamás ocurrió y me fui a casa predispuesta a estudiar Español y Biología.

Al cabo de dos horas mi cabeza parecía que estallaría de información por lo que decidí navegar en mi computador. Me reí con algunas fotos de las Austen que habían subido a Facebook. Luego revisé mi correo que había pasado semanas sin abrir. Tenía varios mensajes entre los cuales había tres de Max y uno del colegio. Abrí los del mayor de los Thorton primero. El primero era una respuesta al que le había hace unas semanas y los otros dos eran dos fotografías adjuntadas en distintos correos. La primera era de una foto de Max con los integrantes de mi grupo favorito, Paramore. ¡Santas galletas con chips de chocolate blanco! ¡Qué emoción! Luego abrí el segundo mail con la siguiente fotografía. ¡No lo podía creer! ¡UN PAR DE ENTRADAS PARA EL CONCIERTO DE PARAMORE EN PRIMERA FILA! Pegué un chillido. Y corrí a contarle a Stella. Tenía que ser una mentira. Luego de contarle a Stella y que me entendiera con suerte la mitad de lo que le dije llamé inmediatamente a Justin ya que había perdido el número de Max.

- Por favor, que estén juntos. Por favor, que estén juntos. –repetía como si eso pudiera ayudarme.

- ¿Monstruo? ¿Pasó algo malo? –me contestó extrañado mi hermano.

- No, no, no. ¿Estás con Max? –pregunté muy acelerada.

- Em, sí. ¿Te lo paso? –dijo con duda.

- Sí, apúrate, ¡ya! –decía más que hiperactiva.

- Tranquila monstruo que si sigues así morirás y al caerte matarás a todo el país con tu peso. –me molestó. Pero era tanta la emoción que no tomé en cuenta lo que me dijo.

- Sí, sí, sí, ahora pásame con Max.

- ¿Lott? –contestó Max.

- ¡MAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAX! –lo saludé algo efusiva. Se rió al otro lado de la línea.

- Creo que viste las entradas.

- Max, en serio, no sé cómo agradecerte. –dije con toda sinceridad. Era tan agradable oír su dulce risa otra vez. No había percatado que lo extrañaba tanto.

- No tienes de qué preocuparte, es para el fin de semana largo el mes que viene, así que espero que no tengas planes. –dijo desde la otra línea.

- ¿Acaso importaría cualquier otro plan? –me reí y él me acompañó.

- Tengo suerte de que es un fin de semana largo porque o si no, no podría –entonces algo lo interrumpió, supuse que debía de ser una estupidez de mi hermano. – ¡Justin no! Em, Lott, hablamos otro día, ¿sí? –al parecer no me había equivocado. Me reí.

- Claro, un beso y muchísimas gracias.

- Chao, cuídate. –y colgó.

Debía contarle al mundo la mejor noticia que había escuchado hace semanas. Estaba tan contenta que no pude dejar de sonreír por el resto del día.

Cuando llegaron mis papás me salté las cortesías y corrí a contarles en cuando Edgar recién había abierto la puerta.

Mamá me preguntó inmediatamente si Justin también venía con Max pero a mí no se me había ocurrido con tanta emoción y simplemente no sabía.

Luego de que la emoción se me calmara, solo un poco, abrí el otro correo, el del colegio.

Quedé sorprendida luego de leerlo, al parecer nos llevarían a la feria de diversiones que se había puesto hace una semana a las afuera de Portland. Decían que iba a ser parte de una actividad recreativa. Era muy californiano para mi gusto, aunque me entusiasmé.

Iríamos el viernes ya que era el día en que perderíamos menos horas de clases.

No sólo era yo la entusiasmada con el viernes, sino que todo el nivel. Todos comentamos sobre lo que sabíamos de esas ferias, lo que nos había pasado en ellas y bueno, casi todo referido al tema.

Con Cooper era como si no nos conociésemos. Él iba por su lado y yo por el mío como siempre. No era que esperase algún saludo o comentario de él pero estaba segurísima que la falta de comunicación entre nosotros esa semana tenía nombre y apellido: Rebecca Woods. Aunque seguía con un poco de dolor en el pecho al recordar la vez que los vi juntos ese viernes, fue relajante pasar una semana sin esos nervios que tenía al estar cerca de él.

Sin esas desconcentraciones que tenía luego de pasar un instante con él, pude concentrarme en los exámenes que al parecer estaban yendo bien ya que podía prestar atención extra a ellos ahora que me era más fácil concentrarme.

Así, pasaron los días hasta que llegó el esperado viernes.

Íbamos todos los de onceavo grado en dos buses que nos llevarían ida y vuelta a la feria de diversiones.

Me fui en el asiento con Bethany.

Me contó acerca de lo que le había pasado a su hermano, Cameron cuando intentó usar su chaqueta de cuero marrón claro.

- No sabes lo chistoso que se veía. –se reía mi amiga.

- No, pero puedo imaginármelo. –le dije riéndome también.

Luego se acercó para que sólo yo pudiera escucharla.

- ¿Qué hay de señor don perfecto? –me preguntó refiriéndose a Cooper. Toda la semana intentando no decir su nombre luego de mi charla con Rebecca para que ahora mi amiga lo sacara a colación. Opté por lo más sano y decir la verdad omitiendo algunas cosas, claro.

-No sé, no hemos hablado esta semana. –le contesté sin darle importancia al tema.

Tampoco me volvió a preguntar otra cosa acerca de él por lo que no tuve que pensar en él nuevamente.

Al llegar a la feria nos dividieron en dos grupos, los profesores eligieron casi al azar. Yo quedé en el grupo 2 con Bethany, Alex, Abbie y el ser gasta-aire Cooper junto con otras personas más.

La diferencia entre los dos grupos era que los del grupo 1 debían comenzar su recorrido desde oriente a occidente, y el 2, al revés. Nos dieron también una pulsera con un número y un color. Con esto todos tendríamos una pareja al azar con las cuales deberíamos compartir los juegos que escogiéramos.

- ¿Tienes el número siete? ¡Igual que yo! –me dijo Alison. –Ah. -dijo desanimada. –Tú tienes el color azul, y yo el verde. –dijo apenada.

- ¿Siete azul? –preguntó una deliciosa voz. Me di vuelta y era Cooper. Mostrándome su pulsera con el mismo siete azul que tenía yo.

Miré hacia el frente y vi a Rebecca. Que había quedado en el otro equipo, cómo me vigilaba e inspeccionaba intentando pasar disimuladamente.

Me mordí el labio, hacerla rabiar a ella era casi tan divertido como molestar a Cooper.

- ¿Vamos? - Sonreí provocativa mirando a Cooper. Este se sorprendió por el modo en que lo miré públicamente luego de haber pasado una semana sin siquiera saludarnos.

- Claro. –dijo todavía asombrado y haciendo una de esas sonrisas que me hacían sentir que me volvía una gelatina con patas.

Dimos varias vueltas sin saber muy bien a qué juego subirnos primero.

- Si vota tres de estas botellas podrá ganar un premio para su bella compañera. –le dijo un señor de un puesto de varios juegos a Cooper. Nos acercamos y vimos como un sujeto apenas podía votar una. Al parecer los retos difíciles eran algo que atraían inevitablemente a Cooper. Así que luego que el sujeto que perdió se fue desanimadamente.

- Deme cinco argollas. –dijo dándole un billete de un dólar al caballero.

- Cinco argollas para el apuesto joven. –canturreó el señor dándole las argollas.

Esto estaría divertido.

Cooper tiró la primera argolla como si fuera muy fácil la cosa y falló magníficamente. Me reí de su ego. Entonces para el segundo tiro se concentró más y pudo votar una botella, lo cual también ocurrió con el tercer tiro. Pero al confiarse, se relajó y perdió en la cuarta argolla. Entonces tenía solo un tiro más para ganar. Y como él siempre tiene la suerte de su lado, obviamente triunfó.

El señor del puesto lo felicitó diciendo que era el primero en ganar ese juego desde que había abierto la feria el día anterior.

- ¿Escogerá usted o su amiga el premio? –le preguntó.

Claro, como si fuera a darme algo bueno aquel maligno suertudo.

Se quedó mirando los juguetes y peluches que habían, luego me miró y volvió a posar su vista en los premios y luego de ver el osito que yo había estado mirando, era el más lindo. Parecido a Danny pero más claro y con más de diez años menos.

- Quiero ese. –dijo apuntando al osito que me había hecho recordar a Danny. Cuando el señor se lo pasó, Cooper caminó hacia mí, tomó una de mis manos y apoyó el premio que había ganado para que lo sostuviera.

- No puedo devolverte a Danny como prometí, pero sí puedo darte uno nuevo. –dijo dulcemente. ¡Cables enredados! Cómo solo con una sonrisa y trece palabras podía provocar esas ganas de abrazarlo tan inesperadamente. ¿Cómo hacía para ser tan molestoso y luego tan encantador? ¿Cómo podía hacer para no derretirme en frente de él cuando me decía esas cosas?

- ¿Por qué no entramos a eso? –apuntando a lo primero que vi.

- ¿La casa del terror? ¿En serio? –me preguntó.

- Em, sí, lo que sea. –dije sin prestarle atención ya que intentaba controlar los latidos de mi cuerpo, regular mi temperatura y desechar la ternura que había provocado en mí.

Así que por ese pequeño descuido de apuntar justo a ese lugar, pasé uno de los momentos más extraños, emocionante y espeluznantes que había pasado alguna vez con o sin Cooper.

sábado, 22 de octubre de 2011

Capítulo 8: Bienvenidos a la casa del terror parte II

Sé que me odiaran con la continuación pero aquí va....queda solo este y otro capítulo más ! Las adoro ! Y bienvenidas a las nuevas, las de siempre y las que volvieron a retomar la historia :)
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En el tercer y último semáforo que separaba la casa de los Austen con la mía vi el descapotable de Rebecca (hueca) Woods estacionado en el Starbucks (el mismo en el que Jesse y yo desayunamos el otro día) pero no solo eso, ella estaba apoyada encima de alguien, que estaba apoyado encima de su descapotable, besándose. Rodeé los ojos, solo ella tendría un descapotable con el frío de Portland. Por suerte era el semáforo más lento del vecindario, ya que en esos momentos esa lentitud se vio alabada porque me permitió echar un mejor vistazo. Había poca luz a esas horas por lo que no me dejaba fácil ver quién era el desafortunado chico. . Entonces ella se giró un tanto y pude reconocer al chico que la besaba. Mi corazón paró de latir por cinco segundos para que luego disparara a latir febrilmente sin descanso alguno. Apreté tan fuerte el manubrio que perfectamente pudo haberse deformado del no haber sido de buena calidad. Aceleré tan rápido que ni me di cuenta que todavía estaba en rojo el semáforo, por suerte y ahora sí que fue suerte divina, no había otro auto en la calle que la pasaba por lo que no sufrí ningún accidente y también suerte porque no había ningún policía cercano a mí.

Tenía tanta rabia por dentro que no pude evitar derramar un par de acusadoras lágrimas. La rabia hacia ella pasó a él en el primer minuto en que consideré que ella no tenía la culpa de quererlo ya que era inevitable. ¿Cómo había sido tan tonta como para creer que él podía tan solo quererme un poco cuando tenía a la modelito de Rebecca? Entonces mi rabia, que crecía y crecía como el pan con levadura, siguió rotando hasta llegar de nuevo a mí. A mí porque fue mi culpa, mía y de nadie más el de haberme dejado llevar por una tonta ilusión que nunca tuvo que haber aparecido en primer lugar. Claro, para él no era más que uno de sus juegos y aunque siempre supe eso y siempre me llené la cabeza de que era sólo una mentira no pude evitar encantarme son su mirada, su aroma y sus insoportablemente cautivadora sonrisa.

Aunque tampoco podía evitar enfadarme con él. Él tenía que saber de sobra el efecto que producía en otros, especialmente, en otras. Y esta relación de amor y odio ya no podía seguir estirándose más y más y fui yo quien pudo haberla cortado pero no podía, no quería. Ahí me arrepentí de tantas risas tontas, tantos suspiros y te todas las veces que me perdí para terminar con todo. Pero sabiendo que no podía con esa relación también sabía que no podía pararla ya que en ese momento me di cuenta de lo masoquista que podía llegar a ser. Tal vez estar así con él era mejor que no estar con él al todo.

No.

No dejaría que esto me pasara otra vez.

Cómo dicen algunos empresarios “son solo negocios”.

Ahora aprendería a no confundir mis planes con mis sentimientos.

Así que encerré mi masoquismo en un rincón tal inútil de mi cuerpo como la uña de mi dedo chico del pie. Ahogué todo mi enojo y mi tristeza en lo más profundo de mí. De ahí en adelante era Charlotte sin sentimientos Copperfield. No volvería a sentir aquel disgusto por alguien que no lo mereciera como Cooper.

Estacioné mi auto y me sequé las tontas lágrimas que alcancé a derramar e intenté serenarme completamente. Despejé de mi mente que había pasado por eso y que ahora regresaría calmada y humilde con mis papás para no pasar por ma´s cosas en una noche.

No me dejaron colocar las llaves en la cerradura ya que Edgard me abrió la puerta inmediatamente.

- Charlotte Copperfield. ¿Quieres explicarme dónde aprendiste esas maneras de salir tan irrespetuosamente? –me dijo Mary con los brazos en la cadera. Tomé aire para relajarme y no perder la calma, tenían todo el derecho de estar enfadados así que respondería bien a lo que me dijeran.

- Lo siento mamá, jamás lo volveré a hacer. –dije tratando de sonar lo más sincera y arrepentida posible.

La calma que pude retener se vio casi inundada por los retos de mis papás. Que hubieran sido peores de al no ser porque me comporté como nadie lo haría en sus actos de rebeldía. Hasta me arrepentí de haber salido de esa manera aunque antes pensaba que se merecían aquel trato.

Luego de que se serenara todo, subí a dormir y aunque no dormí tan bien como hubiese querido, el sueño es la mejor solución para alejarse de la realidad y los problemas.

Pasé el fin de semana algo desorientada, pero no por eso, mal. El domingo invité a Ryan a almorzar y lo pasamos estupendamente. Me notó algo rara, me lo comentó antes de irse pero le dije que no era nada de lo que se tuviera que preocupar.

No prendí mi celular ni encendí el computador para no toparme con nada que no quisiese. Decidí que sería un par de días en los que no pensaría sobre él para que no volviese a ser un tema el lunes cuando lo viera, y funcionó, o eso creí.

Como no hablábamos en el colegio no tuve que tratar con él. Me dediqué a prestar atención en clases ya que el miércoles comenzaban los exámenes. El día había sido de lo más tranquilo, cosa que extrañaba.

Hasta que la malvada bruja del medio oeste tuvo que estropear todo.

Ya habían concluido las clases y estaba guardando mis libros en mi casillero. Luego de cerrarlo apareció tras la puerta el rostro de las porristas con una mirada desafiante asustándome.

- ¿Qué haces Rebecca? –le pregunté calmada.

- Venía a aclarar algunos asuntos contigo. –dijo mirando alrededor para ver si no había mucha gente que pudiera vernos hablar juntas.

- Si es acerca del otro día, en serio no quiero seguir con el tema. Si tú no te metes más conmigo, prometo no hacer nada contra ti. –le dije sinceramente. Tenía suficientes preocupaciones como para ahora tener que lidiar con una “enemiga”. Rió secamente.

- No te hagas la mosquita muerta Charlotte. Sé exactamente que eres lo suficientemente inteligente como para querer hacerte la buena y salirte con la tuya enredándome con tus palabras. Pero yo no caeré con tu falsa máscara de niña perfecta.

- ¿Mosquita muerta? ¿Niña perfecta? Ok, lo siento pero yo no estoy para esto. –dije dándome vuelta y siguiendo mi camino, pero sentí que me seguía. Por suerte ya eran pocas las personas que quedaban ahí por lo que no nos vería mucha gente si empezaba de nuevo a hablarme.

- Sólo quiero advertirte algo Copperfield. –me dijo con voz malévola. Me di vuelta para encararla.

- Edmund Cooper ya es propiedad mía desde que llegó a este colegio y no toleraré que una niña tan común y promedio como tú intente conquistarlo aunque claro que no podrías en todo caso. ¿No ves lo diferentes que son? Claro que tienes algunas cosas que te benefician, tengo que admitir, eres inteligente y no tan fea ahora que te veo bien, pero no eres lo suficientemente bonita para tentar a alguien como él.

- Entonces esa es tu advertencia. Que intente conquistarlo, ¿no? Aunque aclaraste que eso sería imposible, no veo el por qué te molestaste en venir para advertirme algo que crees que no sucederá. –le respondí. Abrió sus ojazos azules.

- ¿Me estás contradiciendo?

- No sé, solo estoy intentando entender tu advertencia.

- ¿Por qué hablas como si no te importara?

- Porque no entiendo lo que quieres que haga si me pides que no intente conquistarlo aunque sabes que no lo lograría, entonces no tiene sentido. Si estás tan segura, ¿por qué la advertencia?

- Haber, creo que no estás entendiendo bien las cosas. ¿Sabes con quién estás hablando? ¿No te das cuenta del poder que tengo delante de todos los demás?

- Lo tengo claro.

- ¿Y persistes en no tomar en cuenta lo que digo?

- No he dicho eso.

Se acercó lo bastante para que se viera más alta que yo y marcara mayor autoridad de la que ya tenía.

- Dime querida, ¿te niegas a dejar de ver a Edmund? –dijo seria y más ruda de lo que pensé que podría ser.

- ¿Cómo me voy a negar a algo que dices ser imposible? Tú misma dijiste que éramos de mundos diferentes entonces no te debería importar si lo veo.

- No sabes lo mal que haces al intentar meterte conmigo. Porque no te haces un favor y dejas de dar pena arrastrándote hacia él y haciendo el ridículo.

- Jamás lo he hecho ni lo haré. Y sí, sé perfectamente con quién me estoy metiendo y déjame decirte que no te tengo miedo Rebecca. De hecho, me das algo de lástima. –se le deformó un poco su cuidado rostro. –Si enserio estuvieras tan segura de tu relación con Edmund no estarías hablando aquí conmigo y menos estarías amenazándome, no necesitarías rebajarme para sentirte superior si en verdad lo creyeras así.

- ¿Así que eso piensas? Que quede claro, te lo advertí. –dicho esto se fue caminando.

Sabía que le había herido el ego, pero era algo necesario yo había partido con la mejor disposición a no discutir, que ella me hubiera sacado de mis casillas era otra cosa.

lunes, 17 de octubre de 2011

Capítulo 8: Bienvenidos a la casa del terror

CHACHACHACHAN ! Me van a querer matar con este trocito pero bueno, hay que ponerle emoción a la cosa, ¿no? ¡Los adoro !
Dedicado a todos aquellos que sufren de problemas debido a las malditas hormonas :/ jajaja los que me entenderán, me entenderán

S

abía que era un berrinche total salir así de mi casa casi como si fuera una típica serie de televisión cuando la rebelde adolescente decide escaparse de casa. Tenía claro que era una reacción de lo menos madura y sensata pero sabía también que debía despejar mi mente y lo que más deseaba era salir un rato de esa burbuja en la que estaba. Y no volvería después de las 12 ya que no sólo Cenicienta tenía límites en cuanto a las horas de salir. Y menos de la forma en que lo hice.

Pensé inmediatamente en ir a la casa de las mellizas Austen ya que después de mi hogar era el segundo lugar en que más cómoda y segura me sentía. Marqué rápidamente al número de la casa de mis amigas y lo puse en altavoz.

- ¿Si? –atendió Alison.

- ¡Ali! Qué bueno que eres tú, dime, ¿puedo ir a tu casa?

- ¡Charlie! Sí, claro, estamos Alex y yo acá en la cocina terminando de cenar, ¿qué pasa, cuál es la prisa?

-Em…te contaré al llegar allá. Llego en cinco.

-Ok, nos vemos.

Toda la familia “A” me recibió como siempre, afectuosa y alegremente. La pequeña Anastasia ya iba a cumplir un mes y estaba creciendo en perfecta salud.

- ¿Y qué te trae por aquí que has estado tan desaparecida? –me preguntó las madre de mis amigas, la cual yo había adoptado como madre, bueno, confesándolo, me apoderé de toda la familia Austen al estar mucho tiempo desde pequeñas junto a todos.

- Sólo quería pasar a verlos a todos. –dije riéndome. –Aparte, Anastasia ya cumple un mes y yo apenas la he visto. He sido una pésima hermana mayor.

Todos se rieron.

- Bueno, nosotros ya subiremos a dormir. Así que las dejaremos chicas, y por favor, les pido que no incendien la casa mientras dormimos. –nos molestó el papá de Ali y Alex.

- Charlie, si quieres quédate a dormir, hace mucho que no venías.

- Gracias, Señora Austen.

- De nada cariño. –dijo y se fueron a dormir.

- Ahora sí Charlie, dinos qué te picó para que vinieras tan tarde a molestarnos. –me molestó Alison.

- Bueno si no quieres que esté aquí, me puedo ir. –dije siguiéndole el juego y tomando mis llaves y levantándome del sofá.

- No, no, no, no, no, no. Quédate, ¿sí? –me dijo sentándome a la fuerza Alison. Nos reímos mientras Alex venía de la cocina con unas palomitas de maíz y luego se sentó con nosotras.

Suspiré.

- Es solo que… ¡Ah! No soportaba más estar en casa. ¿Acaso todos los hombres son bipolares? –les pregunté.

- ¿Te refieres a Edmund Cooper? –infirió Alex.

- No, bueno, él es un vivo ejemplo; pero, me refería a mi papá. –me miraron como para que continuara. –digo, se acuerdan lo que les dije acerca de mis papás con la familia Cooper, ¿no? –asintieron. –Bueno, ahora que Cooper acaba de ir a cenar a casa, llegando a hora, siendo respetuoso y todo lo de “niño bien” que simula mi padre ahora se viene a quejar porque viene seguido y en un día de semana. Aparte, no fue tan agradable ni amistoso con Cooper como antes. Cuando él era el más entusiasmado con esto, y ¿qué dice? Es viernes, aparte se fue como a las diez. –tomé aire y luego lo boté. Realmente necesitaba desahogarme. –No entiendo qué es lo que quiere.

- Yo creo que se arrepintió de haberte hecho salir con él, ya que ahora es algo real. –la miré feo por lo último que dijo. –digo, real para él. .

- No, estás equivocada Ali, -la contradijo Alex. -yo creo que ahora que ve que ustedes se está llevando bien bien en tan poco tiempo, teme que su niñita se aleje de él. Cómo le pasa a casi todos los padres. Piensa Charlie, eres su única hija, me refiero a mujer, y siempre has sido sus ojos. No es que justifique el que haya sido poco amistoso con Edmund, pero igual es comprensible. –concluyó.

Mirándolo del lado que Alex explicaba, podía llegar a entenderlo, un poquito.

Luego de terminar con el tema, hablamos sobre mil cosas sin importancia y nos reímos a carcajadas viendo unos videos de cuando teníamos ocho años más o menos. Habíamos cambiado bastante pero al mismo tiempo estábamos iguales. Era muy difícil de explicarlo, pero me recordó momentos tan simples y divertidos. Solíamos jugar con cualquier cosa y a reírnos de todo aunque también solíamos pelear más y derramar lágrimas y palabras sin sentido. Me hizo bien pasar un tiempo con mis amigas. Más que amigas las mellizas eran como las hermanas que nunca tuve, si sé que Justin era mi hermano pero me refiero a hermanas mujeres. Y por lo mucho que nos conocíamos y la confianza y complicidad entre las tres.

Cerca de las doce emprendí rumbo a casa. No llegué como un perro con la ola entre las patas sino que más calmada y serena. Ahora comprendía más o menos de adonde venía aquél comportamiento de John, pero no por eso dejé que su conducta dejara de molestarme.

Iba con la mente despejada y concentrada al mismo tiempo. Tenía que tener mi temperamento controlado para no decir algo que luego me arrepentiría cuando ellos me riñeran y tenía que recordar que ellos me amaban y sólo se preocupaban por mí, buen ahora ya que antes arecían haberlo olvidado. En el tercer y último semáforo que separaba la casa de los Austen con la mía vi el descapotable de Rebecca (hueca) Woods estacionado en el Starbucks (el mismo en el que Jesse y yo desayunamos el otro día) pero no solo eso, ella estaba apoyada encima de alguien, que estaba apoyado encima de su descapotable, besándose. Rodeé los ojos, solo ella tendría un descapotable con el frío de Portland. Por suerte era el semáforo más lento del vecindario, ya que en esos momentos esa lentitud se vio alabada porque me permitió echar un mejor vistazo. Había poca luz a esas horas por lo que no me dejaba fácil ver quién era el desafortunado chico.