Se quedó pegado mirándome. Luego me di cuenta que esperaba alguna reacción mía.
-Dispara. –dije tal vez demasiado seria.
-No sé si te has dado cuenta Copperfield pero nuestros padres quieren que nosotros…
-Sí, me he dado cuenta, no entremos en detalles por favor porque la sola idea de que su “deseo” se cumpliera me… me…
-¿Repugna? –intentó acertar.
-Bueno, es más refinado que decir “me hace vomitar”… -podría jurar que rió luego de lo que dije.
-A lo que iba, ¿qué te parece si tú y yo fingimos ser novios…?
-¿Acaso no acabas de oír lo que dije hace un instante? –dije molesta, aunque mi voz no sonó molesta precisamente.
-¿Puedes dejar que termine de hablar? –me pidió y yo asentí callada.
-¿No crees que si salimos juntos y nuestros padres nos ven felices nos dejarán tranquilos? –me dijo. Lo consideré un momento. Tenía razón. Nuestros padres nos dejarían tranquilos, y estarían felices. Total, habría que fingir solo delante de ellos.
-Sí, tienes razón. –Pues vaya que sonó raro. –Pues es demasiado obvio que nosotros jamás nos llevaremos bien entonces…
-Tienes razón. No hay ninguna manera de que nos llevemos bien –me molestó que su comentario me molestara, más de lo debido. –y menos de ser novios.
Eso no me tenía que importar. ¿Cierto? Eso no me tenía que influir. ¿Cierto? Eso no me tenía que doler. ¿Cierto? ¿Entonces por qué me importaba, influía y dolía tanto?
Me desabroché el cinturón de seguridad y salí de la camioneta, caminando hacia mi casa. Sentía los ojos humedecidos con decepción y rabia.
-¡Hey, aguarda! –gritó desde atrás. Escuché su respiración algo agitada cada vez más cerca.
-¿Qué? –pregunté cerrando los ojos. -¿Te preocupa qué le diré a John? Pues no lo hagas, le diré que lo pasamos excelente. Ahora, puedes irte.
-Abre los ojos. –me dijo con las manos en mis hombros. Abrí los ojos. No esperaba tenerlo a esa distancia.
-¿Qué quieres? –pregunté con dificultad.
-Te acompaño hasta la puerta, ¿no ves? –me dijo con su sonrisa torcida. Y me tomó de la mano. Me costó mucho adaptarme a la sensación de su mano junto a la mía, de hecho no me pude adaptar del todo. Esa corriente tan extraña, tan escalofriante y deliciosa al mismo tiempo me tenía asombrada y nerviosa, en especial nerviosa.
Caminamos hasta la puerta y luego de que Cooper tocara el timbre me dio un apretón suave con la mano. Lo miré dudosa.
-Sonríe. –cierto. Sonríe Charlotte.
Traté de sonreír lo más normal que pude pero en vez de eso una horrorosa mueca me salió. Cooper se volvió a reír.
John abrió la puerta.
-Hola chicos, llegaron más temprano. –papá dijo decepcionado. Decepcionado hasta que volvió la vista hacia las manos de Cooper y las mías unidas. Tal vez quiso ocultarlo pero no pudo omitir una desbordante sonrisa.
-Hola papá. –lo saludé. Avergonzada de que me mirara con esos ojos.
-Hola señor.
-Veo que lo han pasado muy bien esta noche. –no sabes cuánto.
-Sí, señor –respondió Cooper con una sonrisa, ¿cómo era tan buen actor?
Silencio.
Un incómodo silencio.
Miré a John con una expresión de ¡vete ahora!
-Bueno, yo… dejaré que se despidan. -seguía sonriente como el sol mientras se despedía.
-Buenas noches. –se despidió Cooper. Al acabarse el rastro de John solté inmediatamente su mano.
-Adiós, Cooper. –me despedí sin mirarlo a la cara queriendo entrar lo antes posible a mi casa e irme a mi habitación.
-Adiós, novia. –me agarró de la muñeca, me dio vuelta y me besó en la mejilla, tan rápido que ni me dio tiempo de cerrar los ojos.
-Que tengas dulces sueños. –me susurró.
Aunque me quedé sin ni una partícula de aire, por lo menos, no me desmayé.